Dentro de las grandes monturas, destinadas a los que buscan largos viajes o simplemente disfrutar de la grandeza, os traemos la prueba de esta mega-custom, de marcado estilo americano y proporciones para convertirse en la reina de la carretera, sin descuidar el buen gusto estético, de la marca verde.
Kawasaki es la fábrica japonesa que antes atacó directamente al mercado del mega custom con modelos como el Sumo 1400, antecesora de una de las familias más nobles y respetadas del segmento custom fabricado en el País del Sol Naciente.
Como muchos sabrán, estamos hablando de las Vulcan. Han conocido varias cilindradas, siendo sin duda las más conocidas fueron la 500, un éxito de ventas en todo el mundo y especialmente en España, donde con su motor heredado de la GPZ 500 mejoraba en prestaciones y finura de funcionamiento la competencia, y las grandes que usualmente marcaban el techo del segmento en cuanto a cilindradas se refiere. Éstas crecieron de 1.500 a 1.600cc, y hace un par de años aparecieron las Voyager, una especie de familia VIP dentro de las Vulcan donde la marca se volcó en cuanto a calidad de terminación y tecnología… mientras que curiosamente el modelo más grande Kawasaki con 2.000cc y el segundo de todo el mercado tras la Triumph Rocket sigue manteniendo la denominación del Dios del fuego y los metales.
Centrándonos en las Voyager – que no dejan de ser Vulcan, de ahí las iniciales VN – hace un par de años aparecieron las primeras, que marcaron un hito en cuanto a calidad y, como decimos antes, tecnología puesto que incorporaban un motor totalmente remozado interna y estéticamente, absolutamente precioso, y además un nuevo sistema de seguridad especialmente saludable en un segmento de motos tan grandes, largas y desmesuradas. Así, en ella se presentó el K-ACT, un repartidor de frenada electrónico que, como su nombre indica, detecta cuando conviene repartir la presión de las pinzas entre la rueda delantera y la trasera para aplanar lo más posible la moto cuando sea necesario, pero lo más milagroso es que lo conseguía sin perder tacto y manteniendo siempre la presión y el mordiente, algo que en otros sistemas similares no ocurría. Además, se complementaba con un ABS de nueva generación, lo que redondeaba un coctel perfecto para disfrutar de una moto preciosa y que, además, ahora podía ser su suave y de funcionamiento, seguro y razonablemente fácil de llevar…Para tratarse de una moto de más de 400 kilos.
Este año
Pues este año aparecen nuevos miembros de la familia, y aquí tenemos la Custom, perfectamente preparada para viajar pero con un estilo más clásico, oscuro (dark se ha dado en llamar, en honor al Batman, El Caballero oscuro, suponemos) y realmente impresionante. Desde luego, no podemos más que admirar el trabajo realizado por los diseñadores de Kawasaki al lograr una moto de estilo tan declaradamente americano y que bebe directamente de las fuentes de la madre de todas custom – o sea, Harley – pero que al mismo tiempo tiene ese toque de elegancia y cuidado que la hace ser admirada incluso por acérrimos amantes de la fábrica de Milwaukee.
Sin el aparatoso carenado de la primera Voyager, esta Custom es tremendamente cómoda a pesar de su desmesurada envergadura, y además la protección aerodinámica está muy solucionada, a la vez que su gran frontal proporciona y permite cierta sensación de ligereza en la dirección. Además, unos neumáticos de ancho razonable – 130 y 170 mm respectivamente, lejos de los excesos de más de 200 habitual en muchas de sus rivales – combina agilidad con un buen agarre, que incluso te permite divertirte y rodar confiado en carreteras sinuosas, siempre que el asfalto esté en buen estado y sin muchos baches. Como es habitual, siempre terminarás arrastrando estriberas a la más mínima insinuación de curva.
Una verdadera locomotora capaz de rodar a ritmos adecuados para una moto de este concepto
Además, como decíamos, la frenada y sus gadgets electrónicos siguen en plena forma y transmiten esa mágica confianza que recordábamos del anterior modelo, además de conseguir una frenada sólida, dosificable y segura, algo que también la distingue del tacto duro, de madera y con poco mordiente de muchas de sus contrincantes directas.
Motor
Como decíamos, el motor es un tremendo V2 a 50° – es* decir, 5 más que el gran Big Twin de Harley – que destaca por una suavidad casi aterciopelada para estar moviendo los grandes pistones de 850cc cada uno, y esto se debe a varios factores. Aparte de la calidad y la terminación y de la mecanización de este precioso propulsor, también hay que tener en cuenta por un lado su contenida potencia (73 CV declarados, unos 70 reales) con una compresión muy baja, que permite rodar muy bajo de vueltas y en que apenas tienes que girar el acelerador para salir tirando de tanto peso. No en vano su par declarado es de 13,9 kgm a sólo 2.750 revoluciones por minuto. Es decir, una verdadera locomotora capaz de rodar a ritmos adecuados para una moto de este concepto – unos 140 km/h… límites de velocidad más o menos estúpidos aparte – con total tranquilidad, sin apenas vibraciones, con una protecciones aerodinámica y una comodidad digna de un sofá orejero, a regímenes que otras motos apenas saldrían en primera. Tampoco podemos olvidar la absorción de vibraciones y holguras que consigue la transmisión por correa.
Además, cuenta con indicador de marchas y una sexta que funciona como overdrive, perfecta para rodar en autopista y carreteras llanas reduciendo al máximo las revoluciones, y por tanto el consumo y el esfuerzo mecánico. Eso sí, para adelantar o acelerar tendrás que bajar una o dos marchas.
Buenas maletas (aunque de capacidad bastante limitada), un sistema de control de velocidad electrónico intuitivo y perfectamente dosificable, funcionamiento aterciopelado, excelente equipo de música incorporado (todo controlable desde las piñas) y consumos que a plena carga apenas superan los 7 litros…Lo único que necesitas es una buena compañía, unas vacaciones y ganas de viajar para disfrutar de esta excelente megacustom con que nos recompensa Kawasaki.
por Mariano Hinjos.
www.soymotero.net
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