EL domingo
sale el sol después de una semana en la que ha llovido sin parar, aun así la
carretera esta mojada y circulamos con precaución mientras nos dirigimos a
Mundaka donde se celebran unos aratustes
(carnavales) muy curiosos en los que participan los hombres, a través de los
atorras, y las mujeres, mediante las lamiak.
Los atorras,
anualmente, comienzan su andar por Mundaka, frente la casa de José María
Egileor, uno de los impulsores de esta celebración durante la Guerra Civil y
los años de la dictadura, y lo hacen con la primera de las canciones, titulada
Aratuste y que dice “Aratuste zara, Aratuste, mundakarrentzat egun obarik ez”,
-Carnaval, Carnaval, para los mundakarras no hay un día mejor-, recalca el
estribillo de la pieza.
Según la
leyenda, la pulcra indumentaria de los atorras, constituida de falda, blusón y
pantalones blancos, así como una funda de almohada por la cabeza y un pañuelo
rojo fue utilizada por primera vez por el conde local Antón Erreka.