Imposible imaginar un viaje a la América más auténtica sin una visita
a Las Vegas. Merece la pena, aunque sólo sea por ver la cultura
auténticamente americana en su lado más kitsch. Las rutas por
carretera con la ciudad de los casinos como destino final son un
clásico, independientemente de dónde comiencen. Una vez en la capital
del juego, se pueden recorrer los siete kilómetros de The Strip,
su famosa avenida flanqueada por luces de neón que constituye uno de
los trayectos más legendarios del país. Para rematarlo, se aconseja
alquilar un descapotable, disfrazarse de Elvis y conducir despacio por
la noche, cuando hay más ambiente. Es la ciudad del pecado, con hoteles
de lujo imposibles y máquinas tragaperras que echan humo. Además, la
ciudad de Reno se halla a solo 700 kilómetros en caso de que el viajero desee divorciarse tan rápidamente como se casó en Las Vegas.
Esta ciudad es un lugar ideal para que el viajero escoja una estancia
a su medida, pero tanto si quiere alojarse en la falsa Venecia o dentro
de una gran pirámide egipcia, deberá reservar con antelación.
Fuente: El Pais
