En el corazón de la tradición y la devoción, la celebración del Viernes Santo adquiere un nuevo matiz en maKinas. Más allá de las liturgias convencionales, se teje una historia única, donde la carretera se convierte en el escenario sagrado y las motos en los fieles compañeros de peregrinación. Acompáñanos en este relato de confianza y camaradería, donde cada curva es una oración y cada parada, un momento de reflexión.
Los maKinas nos
congregamos, ataviados con nuestros colores en el chaleco de cuero negro,
listos para emprender un viaje que va más allá de lo terrenal. Entre saludos y
bromas comenzamos la ruta guiados por Aitor: Gueñes. A lo largo del camino, los
paisajes se suceden como estaciones del Vía Crucis, cada curva y cada recta marcadas
por la presencia divina: Alto de Humaran, Sopuerta, Artzentales, Alto del Peso.
Paramos en Villaverde
de Trucios (La Capitana) para tomar el café, esta parada es más que un simple
descanso; es un momento de comunión y camaradería.
Con las
energías renovadas y los espíritus fortalecidos, continuamos nuestro camino con
un ritmo omnipotente: Pto de la Escrita, Karrantza, Gibaja, Ampuero, Pto de
Hoyomenor, Guriezo, Pto de la Granja. Tomamos la penúltima en Samano y
regresamos.
Es un recordatorio de que la devoción puede manifestarse de formas diversas y que la carretera, con sus desafíos y sus maravillas, puede ser también un camino de encuentro con nosotros mismos.
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