Decidimos hacer una parada para tomar café a medio día en Gernika. Aparcamos las motos y nos dirigimos al bar, deseando descansar un momento y recuperar energías.
Sentados alrededor de una mesa, compartimos risas y recuerdos de la fiesta. La conversación fluía mientras disfrutábamos del café caliente y la compañía. La pausa nos revitalizó, preparándonos para continuar con nuestro viaje. Nos levantamos, listos para seguir la ruta: Ajangiz, Mendata, Urrutxua. De vuelta en la carretera, sentimos el motor rugir bajo nosotros. A medida que avanzábamos, el pavimento se iba secando más y más, permitiéndonos aumentar la velocidad con mayor seguridad. La sensación de las ruedas sobre el asfalto seco nos llenaba de confianza, disfrutando cada segundo de la travesía. Muniketagane, Zugastieta.En una curva, tuvimos que frenar repentinamente ante un reguero de aceite que se extendió unos cientos de metros.
El viaje continuó con su propio ritmo, alternando entre momentos de calma y adrenalina: Muxika, Alto de Gerekiz, Morga, Larrabetzu.
La carretera, ahora completamente seca, nos ofrecía un camino seguro y despejado. La ruta del día después de nuestra fiesta nos llevó de nuevo a la sede. Había que preparar unas pocas cosas y nosotros éramos los únicos que no estábamos en “stand-by”.